Constantine es el único capaz de enfrentarse a todo esto. Aguarda enfrente del hotel, junto a una farola. Un Silk Cut, ladeado, aguarda con paciencia el momento de ser encendido. Hace frío, es invierno. Constantine recuerda la piscina vacía del hotel, llena de hojas. También piensa en el gordo tumbado en la tumbona. Estaba como ausente, con los ojos en blanco. De donde viene ha visto muchos como ese. Es el mal del siglo XXI. El frío arrecia, y su gabardina verde oscura no abriga demasiado. Encuéntrelo por favor, le daré lo que me pida, lo que sea.... Jamás le ofrezcas a Constantine satisfacer cualquiera de sus deseos. Él es bueno, ESTÁ DE ESTE LADO, PERO VIENE DEL OTRO. Por eso sabe combatirlo tan bien. Se dice que en el vientre materno intentó estrangular a su hermano gemelo con el cordón umbilical. Se dicen muchas cosas. Es evidente que no importa el significado objetivo de lo que se cuenta. No es la suma de los significados de esas palabras las que conforman el sentido último de la historia. Lo que importa es cómo nos toca intuitivamente en algún sitio, alguna fibra desconocida que al vibrar emite un sonido familiar, pero indescriptible con palabras. A Constantine sólo nos podemos acercar con metáforas. Con poesía. Algo se mueve en el callejón del hotel. Una sombra husmea, revuelve la basura. Constantine saca las manos de la gabardina, enciende el Silk Cut, con paso firme, a grandes zancadas, recorre la distancia que le separa de la sombra, recuerda a los Sex Pistols en el Roxy Club en 1977. Sin mediar palabra aprieta los labios, con una mano atrapa al fantasma y con la otra le revienta la cara. John Constantine viene del otro lado.
EL RETOCADOR (QUE ESTA VEZ NO RETOCA)
EL AUTOR